Lo que hoy conocemos como oftalmología se remonta a la Edad de Bronce. La primera documentación escrita sobre los ojos data del año 2250 a. C. Hammurabi, rey de Babilonia, promulgó una serie de leyes con importantes instrucciones dirigidas específicamente a quienes se atrevieran a manipular los ojos de forma descuidada. Una de ellas dice: «Si un hombre destruye el ojo de otro, le destruirán el suyo». 1
En Egipto, el papiro de Ebers, que data del año 1550 a. C., describe todas las enfermedades y tratamientos médicos que los egipcios conocían en aquella época. Conocían afecciones como cataratas, inflamación, granulación y dacriocistitis.<sup>2</sup> Si bien no hay evidencia de que se practicara cirugía en esa época, la historia sugiere que los remedios egipcios funcionaban, ya que los historiadores griegos señalaron que el rey de Persia solicitó una recomendación oftalmológica al rey de Egipto.
La medicina griega no era diferente del resto de la época antigua, plagada de supersticiones, conjuros y creencias sobrenaturales, y el progreso médico fue lento. Sin embargo, en el siglo XVII, las obras de Celso contenían descripciones detalladas sobre cómo realizar la técnica de couching para las cataratas. Esta técnica se basaba en el uso de un instrumento afilado, como una aguja, donde se perforaba el ojo por el borde de la córnea y se empujaba el cristalino opaco hacia abajo para que la luz pudiera entrar en el ojo. Cuando el paciente comenzaba a ver formas, se interrumpía el procedimiento y se retiraba la aguja. La técnica de couching era, y sigue siendo, un procedimiento peligroso. Aunque alrededor del 70 % de los pacientes terminan perdiendo la vista, todavía se practica en Asia y África en la actualidad.<sup>3</sup> El progreso oftalmológico se ralentizó nuevamente durante la Edad Media. Roger Bacon, sin embargo, realizó una notable contribución a la oftalmología con su obra, Opus Majus. Este libro contiene detalles en estudios ópticos como: la anatomía del ojo considerando luz, distancia, posición y tamaño, visión directa y reflejada, refracción, espejos y lentes.
Desde el Renacimiento hasta el siglo XIX
El Renacimiento no aportó mucho a la oftalmología, salvo el razonamiento de Leonardo da Vinci sobre la cámara oscura y su paralelismo con el ojo. No fue hasta los siglos XVIII y XIX que se hicieron posibles nuevos avances en oftalmología gracias al estudio detallado de la anatomía ocular. Algunos hitos en el avance oftalmológico de estos últimos siglos fueron:
Avance contemporáneo
El oftalmoscopio de mediados del siglo XIX revolucionó el estudio clínico del ojo. Este instrumento permite a los oftalmólogos ver el fondo del ojo como parte de un examen ocular de rutina. Es crucial para determinar el estado de salud de la retina, el disco óptico y el humor vítreo. El oftalmoscopio y la investigación posterior en el campo de la oftalmología abrieron la puerta a que varios oftalmólogos se subespecializaran en enfermedades oculares específicas, como cataratas, glaucoma, oncología y córnea. El siglo XX produjo muchos oftalmólogos destacados, entre ellos:
Casualmente, uno de los primeros pacientes de trasplante de córnea de Ramón Castroviejo se llamaba Sid Sklar, un joven de 15 años en 1941. Castroviejo diagnosticó queratocono, una enfermedad poco común en aquel entonces. También explicó que era posible un procedimiento para restaurar su visión, pero que aún se encontraba en fase experimental. Dado que Sid ya había perdido la visión, no tenía nada que perder. Pocas horas después de su primera cita, la córnea de un bebé que nació muerto estuvo disponible. En aquel entonces no había conservantes ni bancos de ojos, por lo que la cirugía se realizó con anestesia local esa misma noche. En palabras del propio Sid:
Recuerdo estar allí tumbado, escuchando al doctor describir exactamente lo que estaba haciendo a un gran grupo de médicos internacionales presentes en el procedimiento. Como no veía nada, no había nada gris. Al retirar la córnea dañada, todo se volvió negro como el terciopelo. Preparó el injerto cuadrado midiendo la abertura y lo aplicó. No podía creerlo; de repente, ¡pude ver la cara de mi doctor con su mascarilla quirúrgica y la de otro doctor con turbante !
Posteriormente, Castroviejo realizó esta cirugía cientos de veces con una tasa de éxito increíblemente alta. Aunque la comunidad oftalmológica no reconoció su éxito al principio, fue venerado por sus técnicas para salvar la visión y se convirtió en el oftalmólogo más reconocido de su época. Castroviejo recibió numerosos títulos honoríficos de universidades de España, Panamá, Manila, Brasil y Perú. También fue ponente frecuente en congresos médicos y miembro de varias sociedades profesionales en Estados Unidos.